Ricardo
Alemán
Resulta
que no, que la promesa que hizo ante empresarios el propio Andrés Manuel López
Obrador —de que si perdía la presidencial se retiraría a su rancho de descanso,
conocido como “La Chingada”—, tendrá que esperar para un mejor momento. ¿Por
qué?
Porque
un renovado López Obrador —revitalizado por la segunda derrota presidencial al
hilo— mandó decir a sus leales, escuderos y generales, que no hagan cuentas
alegres; que nada de pensar en el retiro, que va por su tercera candidatura
presidencial y que, apenas iniciado el 3 de julio, arrancaba la nueva guerra
contra los mismos molinos de viento de 2006; contra el fraude, contra los
medios, contra el IFE y… contra todo lo que se mueva, porque en el fraude
habría participado hasta el Espíritu Santo.
Y
claro, la casa de descanso que heredó de sus mayores al señor López —bautizada
como “La Chingada”, en Chiapas— tendrá que esperar. No habrá ni jubilación ni
tregua. Eso sí, habrá un tercer intento por alcanzar el sueño divino: ser
presidente. Y claro, quedaron en el olvido el amor y los mensajes amables, la grandilocuencia
y el ademán civilizado. Y es que está de vuelta el animador estelar del circo
político electoral mexicano.
Y
por lo pronto, de boca del mismísimo AMLO, toda la elección presidencial de
2012 fue descalificada, enviada al diablo y considerada como parte de un fraude
generalizado. Claro, declaración que no resiste la más elemental prueba de
veracidad, salvo la opinión de los feligreses del “mesías tropical”, y de uno
que otro “ternurita” despistado que cree que vive en el México de la primera mitad
del siglo pasado.
Por
eso, el lopismo en pleno pidió —a gritos y sombrerazos— que el IFE diera la
orden de abrir las 140 mil urnas y actas de casilla de toda la elección. ¿Para
que? Para demostrar que manos perversas y políticos pervertidos le arrebataron
la victoria al bondadoso prócer del amor. Y fue tan descomunal el desatino —de
pedir abrir todos los paquetes— que nadie se opuso. ¿Por qué? Porque son
mayoría los ciudadanos que creen que no hubo fraude, y son muchos más los que
saben que AMLO actúa con su consabida deshonestidad.
Y
es que una vez que se produzca el recuento y que se compruebe que no hubo
fraude, AMLO inventará otra mentira, como el cuento de las tarjetas de Soriana,
como la patraña de que hubo fraude en el PREP, que se alteró el resultado y
hasta que una mano divina bajó de las alturas para cambiar el voto de los
ciudadanos en favor de EPN.
Lo
cierto es que el señor López Obrador va por la venganza contra una sociedad que
no votó por él. De manera grosera, irresponsable y vulgar dijo que los 30
millones de mexicanos que no votaron por su causa sufragaron en favor de la
corrupción. ¿Qué es eso, si no una grosera agresión a la pluralidad, la
diversidad y el pensamiento distinto?
Va
por el desprestigio de todo el sistema electoral y por el descrédito del
gobierno de Peña Nieto y para ello ya inventó el cuento del fraude, “ya les dio
cuerda”, de manera irresponsable, a los golpeadores vestidos de estudiantes, ya
sembró el veneno de que los periodistas y los medios son parte del fraude —al
extremo de que una irresponsable organización como Reporteros sin Fronteras
emitió un locuaz comunicado que más bien parece salido del cuartel de guerra de
AMLO—, y si no fuera suficiente, ya amenaza con la desestabilización económica,
para reventar el gobierno de Peña Nieto.
Por
lo pronto —y a manera de avanzada de lo que viene— los leales de AMLO mandaron
al IFE a un piquete de golpeadores escudados en el juguete de temporal del
lopezobradorismo, los “ternuritas” del #132, que rabiosos golpearon automóviles
de consejeros del IFE —como el del presidente Leonardo Valdés— y lanzaron toda
clase de improperios e insultos a los trabajadores del IFE.
Luego
vienen los plantones, los choques de dizque estudiantes y ciudadanos —y
probablemente contra policías— al tiempo que continuarán las agresiones a
periodistas que no militan en la claque de AMLO y, al final, veremos otro
grotesco espectáculo como el de la toma de posesión del “presidente legítimo”,
claro, llamado López Obrador.
Y
para ello, la asamblea del grupo de choque en que se ha convertido el #132
acordó en una reunión fast-track —y con unas cuantas opiniones groseramente
manipuladas— que desconoce a EPN como presidente. En pocas palabras, que el
voto de casi 19 millones de mexicanos que sufragaron por EPN fue anulado por un
puñado de locuaces activistas de AMLO.
En
el fondo, lo que estamos presenciando es la venganza del señor López Obrador
contra una sociedad que “le dijo no”.
¿Es al que querían de presidente?
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