EL
UNIVERSAL: AMLO: hoy, última oportunidad (Pág. 15)
José Carreño Carlón
López Obrador perdió el domingo una
valiosa oportunidad de erigirse en el líder que llevó a la izquierda a
recuperar la segunda fuerza en el Congreso y a colocar a esta corriente como la
gran ganadora en el nuevo equilibrio regional del país, con su absoluto control
electoral en el DF y la obtención del gobierno vecino de Morelos y del muy rico
de Tabasco, agregados al de Guerrero y a los que se unió en coalición.
En su lugar, al conocerse los
resultados de las urnas, AMLO marcó un ominoso compás de espera, en disonancia
con la construcción de la costumbre democrática conforme a la cual el
presidente Calderón y la candidata Vázquez Mota, la noche misma de su derrota
en toda la línea, se dispusieron a participar en una trasmisión ordenada del
poder presidencial, como lo hicieron los priístas 12 años atrás. Además, los
panistas anunciaron esta vez un programa de oposición y fiscalización estricta
al nuevo gobierno, con miras reagrupar fuerzas para recobrar lo perdido.
En contraste, al día siguiente de
la jornada electoral, anteayer, López Obrador dejó ir otra oportunidad de
mostrar que su cambio de estilo era verdadero. Lejos de ello, llamó a una
conferencia de prensa en un foro tomado por sus simpatizantes, que abucheaban
las preguntas incómodas y acusaban a los reporteros de vendidos. Como lo relató
Ricardo Gómez en EL UNIVERSAL de ayer, López Obrador revivió así el fantasma de
2006, con el acrecentamiento del encono de sus seguidores y la parálisis de la
capital a la vista. Para completar el cuadro, ayer exigió un recuento de 113
mil casillas, como para reventar el proceso.
Lo esperado y lo inesperado
Hoy estará AMLO ante una
oportunidad más de rectificar, acaso la última, y de deponer los aprestos
contra el cómputo legal que ahora debe iniciarse. Puede ser también su última
oportunidad de dejar de lado su inclinación a significarse como la anormalidad
de la vida pública del país, como la excepción a las reglas del juego, como la
resistencia anacrónica a la ley de los números y a la forma de procesarlos que
comparten los demás jugadores. Y aquí se incluyen sus partidos, cuyos líderes
ahora reivindican sus importantes triunfos obtenidos en el Congreso y en el
poder regional, en el mismo proceso que el caudillo rechaza para la elección
presidencial.
Y hay otra oportunidad perdida que
se vislumbra para su causa en el campo de la comunicación pública. Para los
medios, la repetición de los desplantes de López Obrador tiende a perder el
alto valor informativo de lo relevante o de lo sorpresivo, que sí tuvo hace
seis años con la toma de la capital, para colocarse hoy en los planos
secundarios de lo inercial, lo rutinario, lo esperado. Claro, estos desplantes
conservan el valor noticioso —destacable en los medios— del conflicto, de lo
negativo, en que se enmarcará otra vez esta representación de la izquierda.
En este punto, parece evidente que
otra forma de despertar el interés de los medios, pero con un marco positivo y
el alto valor informativo de la relevancia y lo inesperado, sería, por ejemplo,
un impensable anuncio de AMLO o de su movimiento de que acata las reglas
electorales y sus resultados, de que inaugura el ingreso definitivo de la
izquierda a la modernidad de las reglas de la democracia, y de que, a partir de
la consolidación del capital político recuperado, se hará valer la agenda
social de esa fuerza en los procesos de toma de decisión de los nuevos poderes.
La personalidad autoritaria
Aunque deseable, no es previsible
que AMLO aproveche esta última oportunidad. Tendría que vencer una formación
política basada en el presidencialismo impaciente y providencial, que no valora
el peso de los otros poderes y procesos institucionales. Y tendría que
despojarse de la personalidad autoritaria del líder religioso-revolucionario
confiado en que una minoría movilizada de creyentes en él como encarnación del
bien debe imponerse a una mayoría corrupta o conformista, como lo dijo el
lunes, casi con todas sus letras.
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