EL UNIVERSAL: El
próximo capítulo de México (Pág. 5)
Enrique Peña Nieto
El domingo, los mexicanos acudieron en gran número a votar por una
transformación, un cambio en las prioridades y en el enfoque de los problemas,
así como un cambio generacional centrado en un gobierno con capacidad de
actuación. Es un honor que los mexicanos hayan visto en mí la oportunidad para
el cambio y una nueva dirección.
Habrá en la comunidad internacional un sentimiento de que mi
elección de alguna manera representa un retorno a las viejas prácticas de mi
partido, el PRI, o un menor compromiso de México en el combate contra el crimen
organizado y el narcotráfico. Estas preocupaciones no deben prevalecer.
La campaña que acabo de
finalizar estuvo enfocada en dos aspectos. Primero, en mejorar las condiciones
económicas de millones de mexicanos, cuya vida diaria resiente el anémico
crecimiento de la economía que, de acuerdo con el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía, creció 1.7% promedio entre 2000 y 2012. En segundo
término, acabar con la polarización que ha paralizado la vida política,
haciendo imposible las urgentes reformas en los sectores energético, laboral,
educativo y de seguridad social, por mencionar algunas. No podemos posponer más
estos cambios.
A aquellos preocupados por un retorno a la viejas prácticas les
digo: A mis 45 años, soy parte de una generación de políticos priístas
comprometidos con la democracia. Rechazo las formas del pasado y de la misma
forma busco romper con el pasmo político del presente. El objetivo de mi
generación no es ideológico o clientelar sino liberar a los mexicanos de la
pobreza. Así es como goberné el Estado de México, la entidad más poblada del
país, de 2005 a 2011.
Gobernaré con un realismo pragmático y una clara estrategia de
largo plazo. Naciones en desarrollo como India, China y Brasil han mostrado
cómo aliviar la pobreza de forma duradera y significativa por medio de reformas
y políticas económicas enfocadas en el crecimiento. Es hora de que estas
mejoras se apliquen en México.
Quiero tocar ahora el tema del crimen organizado y el tráfico de
drogas. No puede haber pacto ni tregua con los grupos criminales. Respeto el
compromiso del presidente Felipe Calderón de terminar con este flagelo.
Continuaré el combate, pero la estrategia debe cambiar. Ante las más de 60 mil
muertes en los últimos seis años, los señalamientos de los grupos de derechos
humanos y un debatible progreso en cortar el flujo de drogas, la política
actual debe ser reexaminada.
Además, he propuesto iniciativas que prevén un aumento en el gasto
de seguridad y reducir de manera significativa la violencia criminal.
Entre los puntos que deben ser mejorados está la coordinación
entre las corporaciones policiacas federales, estatales y municipales. Crearé
una Gendarmería Nacional con 40 mil elementos, similar a las que operan en
países como Colombia, Italia y Francia, con el objetivo de que actúe en las
áreas más violentas. Incrementaré en 35 mil el número de elementos de la
Policía Federal, que contarán con el apoyo de áreas de inteligencia y de
análisis. Consolidaré las fuerzas policiacas estatales y municipales, las
cuales tendrán una mayor supervisión federal, con el fin de evitar corrupción
en sus filas.
Propondré una reforma a la Ley contra el Crimen. He buscado ya el
consejo del general Óscar Naranjo, quien recientemente se retiró como jefe de
la Policía Nacional de Colombia, considerado uno de los más grandes en el mundo
en la lucha contra el crimen.
Pero para que estas medidas de seguridad tengan un impacto a largo
plazo la comunidad internacional debe entender dos cosas. Primero, estos
esfuerzos deben ir de la mano con fuertes reformas económicas y sociales. No
puede haber seguridad sin estabilidad. Segundo, otras naciones, particularmente
Estados Unidos, deben hacer más para disminuir la demanda de drogas.
Espero que nuestros vecinos se unan a nosotros no solamente
confrontando el crimen y las drogas, sino también en muchos otros asuntos que
nos preocupan mutuamente. Debemos considerar al Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, en marcha desde 1994, un motor de crecimiento para una mayor
integración de nuestras economías, a través de mayores inversiones en
manufactura, finanzas, infraestructura y energía.
De igual manera, tengo la intención de comenzar una nueva era de
cooperación política y económica con la región de Asia-Pacífico, y fortalecer
nuestra relación con la Unión Europea. Como el mayor país de habla hispana,
México tiene un enorme papel que jugar —económica, cultural y políticamente— en
América Latina y el Caribe. Y por último, pero no por eso menos importante, le
daría la bienvenida a la implementación de la reforma integral de migración en
Estados Unidos. Los expertos coinciden en que ahora hay más mexicanos que
regresan a México que aquellos que abandonan el país para buscar trabajo en
Estados Unidos. Esta nueva realidad debería hacer del debate de migración en
Estados Unidos un tema menos polarizante.
En 2000, los ojos del mundo estaban sobre México mientras el PRI,
por primera vez en siete décadas, transfería el poder pacíficamente a un
partido diferente. Desde entonces, México ha evolucionado de manera
considerable, volviéndose una nación más moderna y dinámica. Sin embargo, este
periodo también ha incluido muchas oportunidades perdidas, con importantes
reformas políticas y económicas que han quedado sin llevarse a cabo. Lograr el
potencial completo del país es mi misión como el próximo presidente de México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario