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“Democracia”, para
dominar a los pueblos
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Los políticos, peones del
juego de ajedrez
Humberto
Sánchez, de 19 años, les dijo a periodistas, durante la manifestación del
sábado contra el candidato priísta Enrique Peña Nieto: “Este presidente fue
elegido por el dinero y los medios”.
La
declaración espira un alto contenido de lamento y resentimiento. Es posible que
el jovencito tenga razón, pero también es posible que se quede corto y no haya
captado que todos los políticos y, en el caso, candidatos se hicieron, unos
más, otros menos, por el dinero y los medios. En la “democracia” capitalista,
no puede ser de otra manera.
Las clases
dominantes: las grandes corporaciones empresariales, las sindicales, las
religiones, los medios masivos de “comunicación” utilizan a los gobiernos, a
los poderes, a las instituciones para garantizar el proceso de acumulación de
riqueza en sus manos.
“Democracia”
es quizá, junto con “Estado”, la palabra más usada para dominar a los pueblos
que gustan de cierto tipo de fantasías, como lo advierte Clemente Valdés
Sánchez, profesor de Derecho Constitucional, filosofo, científico político, de
la UNAM, la Escuela Libre de Derecho y de las universidades de Cambridge,
Liverpool, Glasgow, Stirling y Poitiers.
Todo es
confuso. La población vive a la deriva. Los inconformes salen a las calles a
protestar porque los cómputos le dieron el triunfo a quien no sólo no quieren,
sino rechazan, porque están convencidos de que lo ganó “a las malas”, mediante
compras millonarias de votos; a “billetazos”, como dijo Madero. Pero deben
saber que las elecciones sólo son otro mecanismo de dominación y de
legitimación de los “representantes” del gran capital y que los ciudadanos sólo
son la carne del cañón.
Y no es
cuestión de personas, que quede claro, no estoy ni contra Josefina, ni contra
Andrés Manuel, ni contra Peña Nieto, sino de sistema político. Los ciudadanos
viven sometidos a lo que dictan los amos del mundo. Y los amos no son nuestros
políticos. Ni siquiera los grandes empresarios aborígenes. Son las grandes
corporaciones nacionales, supranacionales y mundiales.
Peña Nieto,
López Obrador, Vázquez Mota y Quadri fueron sólo peones en el tablero de
ajedrez. ¿Recuerda que en el trascurso de las campañas políticas escribí un
texto titulado “El Señor López, no? Pues claro. Los amos del mundo creen que López
Obrador no garantiza la seguridad de los grandes. Aunque se equivocan. Y en esa
columna me refería a los grandes grandes: a las corporaciones políticas y
empresariales del imperio estadounidense. Los representantes de esos poderes
misteriosos – Wall Street, Casa Blanca, Casa de Representantes – creyeron que
Peña Nieto era el que podía garantizarles mejor su seguridad, aunque ya el
mexiquense manifestó algo que no debió de sonado muy mal en las orejas de
Washington y Wall Street: que aplicará la estrategia de combate al narcotráfico que
más convenga a la población mexicana, independientemente de los criterios que
más complazcan a la DEA o al Congreso de Estados Unidos.
En la boca
del joven contestatario - “Este
presidente fue elegido por el dinero y los medios”, está la clave. Insisto: no cuestión
de personas, sino de sistema político y económico.
De la
democracia puede decirse lo mismo que se puede decir del “Estado”. Por ser el
concepto de algo abstracto y poderoso, sirve excelentemente para someter a los
pueblos. En su nombre y asociados a grupos sindicales o empresariales,
religiosos o militares, los individuos que manejan los gobiernos ejercen un
poder engañosamente despersonalizado, presentándose como los representantes del
“Estado” y los defensores de una “soberanía” vaga e inexplicable, y a veces,
como la soberanía misma que utilizan para dominar al resto de los habitantes.
López
Obrador está jugando los intereses del pueblo, dice. Pero en esta democracia lo
último que interesa son tales intereses. Con el enorme peso del elefante en el
lomo, un gobierno encabezado por la izquierda no podría no ser defensor del
gran capital. Y eso seguramente lo tiene muy claro. Yo quisiera creer que en la
campaña de López Obrador todo fue “honestidad valiente”, aunque ya he visto
muchas grabaciones en las que los propagandistas de la izquierda reparten miles
de regalos a los potenciales votantes.
Este es el
juego. En la democracia lo que importa no es que el llamado pueblo salga
beneficiado. El pueblo es utilizado por los políticos. Júrenlo. Por muy
preocupado y decidido que esté, el próximo gobierno no resolverá el problema de
la economía a favor de los trabajadores, ni el del desempleo, ni el de la
pobreza, ni menos el de la seguridad pública. Y no es porque no quiera quien
será el presidente. Sino porque al sistema le conviene tener una economía boyantes
para los detentadores del capital, y un población en la ignorancia para no
tener graves complicaciones en su manipulación. Y de esto se encargan los
políticos.
El problema
no es que Peña Nieto representase el retorno del autoritarismo, la corrupción y
la impunidad de los primeros setentaitantos años del PRI; el problema no es que
López Obrador sea un mesiánico populista gatopardiano. El cáncer es más
profundo. Implica, además de la dictadura del capital, la displicencia de los
liderazgos de todos los colores, que sólo ven sus intereses personales y de
partido. Y la estrategia del capital, se
agrega una enorme loza sobre las espaldas de la ciudadanía: la partidocracia.
Francisco Gómez Maza
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