lunes, 9 de julio de 2012

ANÁLISIS A FONDO: LA DEMOCRACIA DE LOS DUEÑOS

·        “Democracia”, para dominar a los pueblos

·        Los políticos, peones del juego de ajedrez
 
Humberto Sánchez, de 19 años, les dijo a periodistas, durante la manifestación del sábado contra el candidato priísta Enrique Peña Nieto: “Este presidente fue elegido por el dinero y los medios”.
La declaración espira un alto contenido de lamento y resentimiento. Es posible que el jovencito tenga razón, pero también es posible que se quede corto y no haya captado que todos los políticos y, en el caso, candidatos se hicieron, unos más, otros menos, por el dinero y los medios. En la “democracia” capitalista, no puede ser de otra manera.
Las clases dominantes: las grandes corporaciones empresariales, las sindicales, las religiones, los medios masivos de “comunicación” utilizan a los gobiernos, a los poderes, a las instituciones para garantizar el proceso de acumulación de riqueza en sus manos.
“Democracia” es quizá, junto con “Estado”, la palabra más usada para dominar a los pueblos que gustan de cierto tipo de fantasías, como lo advierte Clemente Valdés Sánchez, profesor de Derecho Constitucional, filosofo, científico político, de la UNAM, la Escuela Libre de Derecho y de las universidades de Cambridge, Liverpool, Glasgow, Stirling y Poitiers.
Todo es confuso. La población vive a la deriva. Los inconformes salen a las calles a protestar porque los cómputos le dieron el triunfo a quien no sólo no quieren, sino rechazan, porque están convencidos de que lo ganó “a las malas”, mediante compras millonarias de votos; a “billetazos”, como dijo Madero. Pero deben saber que las elecciones sólo son otro mecanismo de dominación y de legitimación de los “representantes” del gran capital y que los ciudadanos sólo son la carne del cañón.
Y no es cuestión de personas, que quede claro, no estoy ni contra Josefina, ni contra Andrés Manuel, ni contra Peña Nieto, sino de sistema político. Los ciudadanos viven sometidos a lo que dictan los amos del mundo. Y los amos no son nuestros políticos. Ni siquiera los grandes empresarios aborígenes. Son las grandes corporaciones nacionales, supranacionales y mundiales.
Peña Nieto, López Obrador, Vázquez Mota y Quadri fueron sólo peones en el tablero de ajedrez. ¿Recuerda que en el trascurso de las campañas políticas escribí un texto titulado “El Señor López, no? Pues claro. Los amos del mundo creen que López Obrador no garantiza la seguridad de los grandes. Aunque se equivocan. Y en esa columna me refería a los grandes grandes: a las corporaciones políticas y empresariales del imperio estadounidense. Los representantes de esos poderes misteriosos – Wall Street, Casa Blanca, Casa de Representantes – creyeron que Peña Nieto era el que podía garantizarles mejor su seguridad, aunque ya el mexiquense manifestó algo que no debió de sonado muy mal en las orejas de Washington y Wall Street: que aplicará la estrategia de combate al narcotráfico que más convenga a la población mexicana, independientemente de los criterios que más complazcan a la DEA o al Congreso de Estados Unidos.
En la boca del joven contestatario -  “Este presidente fue elegido por el dinero y los medios”, está la clave. Insisto: no cuestión de personas, sino de sistema político y económico.
De la democracia puede decirse lo mismo que se puede decir del “Estado”. Por ser el concepto de algo abstracto y poderoso, sirve excelentemente para someter a los pueblos. En su nombre y asociados a grupos sindicales o empresariales, religiosos o militares, los individuos que manejan los gobiernos ejercen un poder engañosamente despersonalizado, presentándose como los representantes del “Estado” y los defensores de una “soberanía” vaga e inexplicable, y a veces, como la soberanía misma que utilizan para dominar al resto de los habitantes.
López Obrador está jugando los intereses del pueblo, dice. Pero en esta democracia lo último que interesa son tales intereses. Con el enorme peso del elefante en el lomo, un gobierno encabezado por la izquierda no podría no ser defensor del gran capital. Y eso seguramente lo tiene muy claro. Yo quisiera creer que en la campaña de López Obrador todo fue “honestidad valiente”, aunque ya he visto muchas grabaciones en las que los propagandistas de la izquierda reparten miles de regalos a los potenciales votantes.
Este es el juego. En la democracia lo que importa no es que el llamado pueblo salga beneficiado. El pueblo es utilizado por los políticos. Júrenlo. Por muy preocupado y decidido que esté, el próximo gobierno no resolverá el problema de la economía a favor de los trabajadores, ni el del desempleo, ni el de la pobreza, ni menos el de la seguridad pública. Y no es porque no quiera quien será el presidente. Sino porque al sistema le conviene tener una economía boyantes para los detentadores del capital, y un población en la ignorancia para no tener graves complicaciones en su manipulación. Y de esto se encargan los políticos.
El problema no es que Peña Nieto representase el retorno del autoritarismo, la corrupción y la impunidad de los primeros setentaitantos años del PRI; el problema no es que López Obrador sea un mesiánico populista gatopardiano. El cáncer es más profundo. Implica, además de la dictadura del capital, la displicencia de los liderazgos de todos los colores, que sólo ven sus intereses personales y de partido. Y  la estrategia del capital, se agrega una enorme loza sobre las espaldas de la ciudadanía: la partidocracia.
Francisco Gómez Maza

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