La mujer parecía obsesionarse cada minuto más con su labor. Mientras unos ascendían y otros bajaban cautelosamente, ella repetía casi de manera religiosa su actividad. Con esmero invitaba al insecto a que se fijara a la rama que ella le extendía, posteriormente lo llevaba a un árbol y repetía la operación.
Lo anterior sucedió el 5 de marzo de 2011 en uno de los santuarios de la mariposa monarca. Los insectos que la mujer apartaba del camino se sostenían con poca fuerza al salvavidas momentáneo que la mujer les proveía, muchos de ellos incluso ni siquiera eran capaces de emprender un sencillo vuelo, simplemente su muerte estaba próxima.
Para muchos el cuadro puede representar perseverancia, para mi, sólo una aberrante incomprensión ante lo inminente de la muerte, la cual desde nuestro nacimiento traemos cargada a cuestas y cobijada siempre en paciente espera.
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